Visitar esta exposición debe ser como entrar (con permiso o sin él) en el
taller del artista. El mundo cotidiano e íntimo de la creación. Paréntesis de
búsqueda y encuentros, de método y experimentación, lugar de trabajo pero
también de abandono.
Lo importante no es el resultado sino el proceso: lo premeditado accidental
donde un goterón de tinta dejado correr concreta un cuadro o un cuerpo hombre
entrevisto o ya recorrido estrena un súbito camino de búsqueda.
Aquí cuenta la diaria acción y no la técnica: el tropiezo casual del
pincel o el lápiz, el gesto espontáneo de la mano del pintor, el brochazo guiado
quizás por el recuerdo de la última escaramuza erótica, por la sombra que deja
la luz, también el encuentro impredecible de la tinta y el pigmento sobre el
papel o cartón reutilizado (de hecho muchos de estos cuadros que se presentan
están realizados sobre material recogido de la calle).
Ni siquiera el modelo acaba de mostrarse del todo, el cuerpo protagonista
se diluye (desdibuja o dibuja) según las sugerencias o emociones que provoca:
la implicación sentimental y física (también sexual, claro) con el objeto
retratado.
Aprovechemos esta oportunidad insólita: el artista nos deja entrar en su
cueva, leer su diario, curiosear entre sus sábanas.
Para mí la mejor noticia es que Miguel Olmo vuelve a pintar.
(Exposición HOMBRES / SOMBRAS en la Sala NANÄI de Madrid, Marzo 2009)