AL OTRO LADO (fragmentos)

© Antonio de la Fuente Arjona

En un pasado indeterminado, no muy lejano.
           La acción transcurre en la celda común de un manicomio: una gran habitación de paredes y suelo acolchados, todo forrado por una tela almohadillada que hace mucho tiempo dejó de ser blanca.
        Al fondo hay una puerta empotrada en el horizonte blando, y en lo alto de una de las paredes laterales habría quizá una ventana enrejada por la que se cuela la fría noche con su manto de niebla azulada.
      Diversos trastos se acumulan en los rincones: algún colchón o jergón, alguna silla coja, trapos, platos, cucharas...

(…)

MADAME RAGE: ¡Aaaah...! ¡Se muere!, ¡mi hijo se muere!...
MADAME OUBLIÉ: Vale que yo era la abuela feliz y...
MADAME RAGE: No.
MADAME OUBLIÉ: ...Y recibía a toda la familia con una fiesta estupenda que...
MADAME RAGE: No.
MADAME OUBLIÉ: Pero, ¿por qué?
MADAME RAGE: Porque no.
MADAME OUBLIÉ: ¿Por qué siempre tenemos que jugar a lo que tú quieras?
MADAME RAGE: (Señalando a PIERRE PLAINTE.)
Porque hoy ha venido mi hijo.
MADAME OUBLIÉ: ¿Y si él no quiere jugar?
MADAME RAGE: No digas tonterías, ¡es mi hijo!

(…)


MADAME RAGE: Es cierto, por eso estoy aquí, por cobarde.
NANCY AMANT: Por cobarde.
MADAME RAGE: Si hubiera hecho lo que tenía que hacer ahora estaría en la cárcel, feliz y orgullosa.
MADAME OUBLIÉ: Al menos tú hijo está vivo, ¿qué más quieres?
MADAME RAGE: Sobrevivir no tiene ningún mérito.

      (A PIERRE PLAINTE.)
Llegó un día en que sólo fuiste un lamento, apenas podías moverte de la cama, tan debilitado por el dolor. ¿Y eso es vivir?... Él decía me duele, me duele...
LA NIÑA: Me duele...
NANCY AMANT: Me duele...
PIERRE PLAINTE: (Empezando a entrar en el juego, repitiendo, como hipnotizado.)
Me duele, me duele...
MADAME RAGE: Y daban igual las drogas o los calmantes, ya no servían para nada. Me duele, me duele...
LA NIÑA: Me duele...
NANCY AMANT: Me duele...

PIERRE PLAINTE: Me duele, me duele... Pero, ¿y el médico?, ¿quién hace aquí el papel del médico?
MADAME RAGE: ¡Huy, el médico! El médico no es como tú o como yo, hijo, no es humano. El médico es un fantasma, hasta visten el mismo uniforme blanco: una bata, una sábana, una mortaja. Con ellos no se habla y menos aún se discute, sólo se les escucha. O se les reza. Ellos tienen la Razón y nosotros la sufrimos.

PIERRE PLAINTE: ¿Entonces?
MADAME RAGE: Te mueres, te mueres muy muy lentamente. La bestia te iba comiendo el cuerpo, tirando de él hacia la tumba, hacia su guarida oscura para allí terminar de devorarlo a mordisquitos de gusano.
PIERRE PLAINTE: No quiero morir, no quiero morir...
MADAME RAGE: No hables, hijo, no te esfuerces. De nada servían las drogas en los momentos de crisis, sólo un lamento, un hilillo de voz, una llamita frágil que nunca se apaga. Muere hijo, por favor, muérete.
PIERRE PLAINTE: Me duele, me duele...
LA NIÑA: A lo mejor tiene hambre.

MADAME RAGE: (Sacándose un pecho, dándole de mamar a PIERRE PLAINTE.)
Muere hijo, por favor, muérete.
MADAME OUBLIÉ: Cuando Dios lo quiera se lo llevará, recemos para que sea pronto, se está ganando el Cielo.

      (LA NIÑA y NANCY AMANT se arrodillan dispuestas, encantadas, improvisando ya un rezo ininteligible.)

MADAME RAGE: ¿¡Rezar!? Deberíamos ayudarle.
MADAME OUBLIÉ: ¿Ayudarle? ¿Cómo?
MADAME RAGE: No sería más caritativo, más cristiano, ayudarle a morir.
MADAME OUBLIÉ: (Se santigua, o algo parecido.)
No digas barbaridades.
MADAME RAGE: ¿Pero no ve cómo sufre?
MADAME OUBLIÉ: El médico dijo que todavía podía aguantar varios meses.

MADAME RAGE: El médico no está en esa cama, agonizando.
MADAME OUBLIÉ: Son pruebas que nos manda el Señor.

MADAME RAGE: Dios hace tiempo que nos ha abandonado, sino no permitiría esto. ¿Dígame de qué le servirá aguantar varios meses o varios años? Sufre, sufre muchísimo. Él lo dijo, quiere morir, usted también lo ha oído varias veces, nos lo pidió, quiere morir...
MADAME OUBLIÉ: (Se tapa los oídos, escandalizada.)
¡No te escucho!, ¡no te escucho!... No quiero saber nada. No quiero verlo, no quiero tener nada que ver con eso...

MADAME RAGE: ...quiere morir, me lo pidió.
      (A PIERRE PLAINTE.)
Varias noches fui hasta tu cuarto con paso firme y valiente, decidida a rescatarte, no de la muerte pero sí del dolor injusto, repasando las posibilidades: ¿una sobredosis de morfina?, ¿la almohada en la cara?, ¿un cuchillo atravesando el corazón?, ¡qué más da!, cualquiera de ellas valdrá, no notarás nada, hijo, será rápido... ¿Pero cuál?... Mira mis manos...
    (tiemblan, las esconde),
...con este pulso se me caerá la jeringuilla, seguro, no acertaré con el cuchillo, excusas, no tendré fuerza suficiente para sujetar la almohada hasta el final, excusas, ¡excusas!... No pude hacerlo, no pude, perdóname...

      (MADAME RAGE reprime su rabia, lucha contra ella, pasea por la celda como un tigre enjaulado, a veces deja escapar una queja leve.)
¡Dios!... ¡Dios!... Llevo un grito aquí dentro, en esta cabeza que me estalla, esta cabeza que rompería contra las paredes, ¡Dios!, calla hijo, calla un poco por Dios...
PIERRE PLAINTE: (En un susurro, a las demás.)
¿Qué pasa?, ¿qué pasa ahora?

      (MADAME RAGE se detiene en el centro de la sala y hace un gesto o simplemente dice:)

MADAME RAGE: Por favor.

      (Y las demás obedeciendo esa señal se acercan con respeto y la visten como si vistieran a una reina -una camisa de fuerza, una mordaza entre los dientes, una especie de casco de goma en la cabeza-, y se apartan. Entonces MADAME RAGE da rienda suelta a su dolor y a su rabia: grita, se golpea contra las paredes, se revuelca por el suelo... El ataque no dura mucho tiempo pero el efecto es instantáneo para todos: relajación general, como tras un cubazo de agua fría.
     Silencio.)

(…)

                                                                                                              AL OTRO LADO , 1999