© Antonio de la Fuente Arjona
(El escenario está dividido en dos espacios entroncados, diferenciados sólo por la iluminación y los colores.
Sería MAR en dos frentes:
-en el pasado, al borde de la cama de la ABUELA, en una habitación de hospital en penumbra,
-y en el presente de una taza de café compartida con su HIJO, alrededor de una mesa en el salón de una casa modesta.
La ABUELA no paró de hablar en toda la larga noche en un estado de semiinconsciencia lúcida, asustando, entristeciendo o regocijando a su hija con recuerdos y desvaríos que MAR le describe ahora a su HIJO tomando el papel de la enferma, imitando sus expresiones, repitiendo sus gestos: MAR, reencarnación de la ABUELA, con sus modos exagerados y tiernos, sus cambios de humor constantes marcados por el delirio o el dolor que la corroe, MAR relatando la atormentada noche y su diálogo con la fiebre.
Al final MAR también perderá el equilibrio, poco a poco, confundiendo sueños y realidades en su agotamiento de insomnio, se alejará de su HIJO y del presente para irse perdiendo de mano de la ABUELA y sus fantasmas en el tiempo y el espacio.)
(MAR y su HIJO conversan, de la oscuridad llega la voz de la ABUELA.)
ABUELA: “Éste es el cuento de María Sarmiento
que fue a cagar y se la llevó el viento
cagó tres pelotillas: una pa Juan, otra pa Pedro
y otra para el que hable el primero.
Yo como tengo las llaves del cielo
puedo hablar, puedo reír y decir lo que quiero.”
MAR: Así se pasó aquella noche tu abuela, alternando risas y quejas, a veces portándose como una niña chica...
ABUELA: Hija, dile a Basilio que se esconda.
MAR: ¿Qué dice, madre?
ABUELA: Que le digas a tu tío Basilio que se esconda en el desván, que otra vez vienen a buscarlo.
MAR: Pero madre...
ABUELA: Antes los rojos y ahora estos, esta guerra no hay quien la entienda. Hija, ayúdame que voy a orinar.
MAR: Tranquila madre, ha dicho el médico que no se puede levantar de la cama, le decía yo pero ella insistía, preguntaba que por qué, que ella estaba bien.
ABUELA: Estoy bien.
MAR: Decía casi gritando que se lo iba a hacer.
ABUELA: ¡Que me lo hago!, ¡que me lo hago!, ¡que me lo voy a hacer en la cama!
MAR: Tranquila madre, aguarde que enseguida le ponemos la cuña. Pero por qué, decía tu abuela, como una niña.
ABUELA: ¡Ensuciaré las sábanas!
MAR: No se preocupe madre, le digo yo, y va y me dice, dijo:
ABUELA: ¿Y las enfermeras?, habrá que pagarlas.
MAR: Me dijo que le dijera a tu tía Trini que preparase el dinero, ¿tú te crees?
ABUELA: ¡Qué calor! Esto parece el infierno, tan blanco... Ya sé que le han dado el paseo.
(Y la ABUELA otra vez con lo mismo.)
MAR: ¡Y dale con la burra al trigo, madre!
(La luz ahora nos muestra también la habitación de hospital y a la ABUELA en su cama. Cerca, sentado en un sillón, dormita DIMAS, el marido de MAR, roncando ruidosamente. Los dos espacios se mezclan como el pasado y el presente en la conversación de MAR. De vez en cuando se oyen sonidos apagados de voces, risas o llantos, podrían ser del hospital pero más parecen ecos del pasado que se acerca.)
(…)
MAR: Yo lo que quería era salir de aquella casa, yo no sabía qué ocurría, nadie quería decírmelo...
ABUELA: Mejor que no sepas, niña, no hurgues en el barro.
MAR: Allí se masticaba el odio, la amargura.
ABUELA: Pues tú no sabes lo que ha sido esta casa desde que te marchaste. ¿No queríamos café? ¡Pues toma dos tazas! ¡Qué desafuero!
TRINI: Madre, otra vez está aquí el cura.
ABUELA: ¡Maldita sea!... ¡Espe! ¡Esperanza! ¡Baja del desván ahora mismo!
ESPE: Diga, madre.
ABUELA: Que otra vez está aquí el cura, que le devuelvas el San Sebastián inmediatamente.
ESPE: Todavía no hemos acabado el bordado.
ABUELA: ¡Qué bordado ni qué niño muerto!
TRINI: Yo le estoy haciendo un pijamita con los agujeritos para las flechas y todo.
ABUELA: Que yo sepa el San Sebastián va en taparrabos de toda la vida. Además el cura dice que los santos se visten en la iglesia, que no hace falta que te los traigas a casa, y tiene razón, hija, ya está bien, ya está bien, todo porque alguien comentó un día en misa que el Santo se parecía a Celso.
TRINI: ¡Pero es que es igualito, madre! ¡Es igualito!
ESPE: Es su retrato exacto.
ABUELA: Pero el cura dice...
ESPE: No es el cura, madre, son las demás mujeres del pueblo, esas brujas,...
TRINI: ¡Unas envidiosas!
ESPE: ...ya quisieran tener ellas el Santo en su casa.
ABUELA: Pasamos del odio y el remordimiento a la locura. Claro, tantos años de silencio, cada una cosiendo a solas un mundo nuevo, falso, a la medida de los sueños frustrados: Trini, la reina de la aguja, y Espe secuestrando santos. Así se arrascan los sabañones del alma.
ESPE: Madre, es como si Celso hubiera vuelto, es un regalo de Dios.
ABUELA: Ya.
ESPE: (En trance místico-erótico.)
Los mismos ojos, los labios húmedos...
TRINI: La piel suave y sonrosada...
ESPE: ¿Qué sabrás tú?
ABUELA: ¡Otra vez están aporreando nuestra puerta!
MAR: ¿Igual que el día que se llevaron al tío Basilio?
ABUELA: Pero esta vez son las mujeres y no sé qué es peor: viudas, solteras, casadas, fieras enamoradas que vienen a rescatar el Santo.
TRINI: Madre, Espe se ha atrincherado en el desván y no me deja entrar.
ESPE: ¿Para qué quieres tú entrar?
TRINI: A verle, a rezarle.
ABUELA: ¡A rezar a la iglesia! ¡Ya está bien!
TRINI: Al menos que me deje probarle las ropitas que le estoy haciendo...
ABUELA: Tú, Trini, deja ya de coser, por Dios, que los bordados y los encajes se salen por las ventanas. Hija, Mar, como un manicomio, una jaula, una telaraña de hilo, en la casa se instauró el imperio de los tapetes de ganchillo. ¡Coser y cantar, eso es lo único que sabe hacer tu hermana! Cortinas, manteles, sábanas, cojines, un mareo de floripondios, guirnaldas, cadenetas, vainicas, guarnición de animales extraños, paisajes disparatados, palabras, nombres, hasta frases enteras mal copiadas de la Biblia, en esta casa cualquier trapo se convertía en una pieza de lencería fina... ¡Espe, ya estás devolviendo el Santo a la Iglesia!
TRINI: ¡No!
ABUELA: Tú, Trini, vete sacando todo el traperío a la calle que hoy se adelanta la hoguera de San Juan.
ESPE: ¡No!
ABUELA: ¡Pero bueno!, ¿esto qué es...? ¿Te das cuenta, niña?: lo que Celso separó lo unió el Santo. ¡Un milagro! ¡Éramos pocos y parió la abuela! ¿A ver quién pone orden en este ovillo descompuesto, porque yo me rindo?, allá se apañen ellas con el cura y su ejército de faldas. ¡Menuda rebatiña!
(La ABUELA se cruza de brazos...)
Pues todas al cuartelillo, ya verás. No pienso mover ni un dedo. Yo me rindo.
(...Se oyen los golpes en la puerta, nadie se mueve, tensión, todas pendientes del silencio de la ABUELA.)
TRINI: Madre...
ABUELA: ...
ESPE: Madre...
ABUELA: ...
TRINI: ¡Madre!
ABUELA: Estoy dormida.
ESPE: ¡Pero madre...!
ABUELA: ¡Estoy muerta!
TRINI: ¡Van a tirar la puerta abajo!
ABUELA: ¡¡Rediós!! ¿Pero es que otra vez vamos repetir la misma historia? ¡Se acabó lo que se daba, el San Sebastián a la puta calle!
ESPE: ¡No, madre, el Santo no!
ABUELA: Sí, hija, sí, el Santo sí, confórmate con una estampita como todo el mundo.
(Levantándose de la cama, viva de nuevo, resucitada, dispuesta a salvar a la familia del naufragio.)
Y todo este ajuar inútil también...,
(Recogiendo sábanas, almohadas, cortinas...)
...¡al fuego!, se acabó la tontería, ya hace tiempo que tenía que haber terminado con esto...
TRINI: (Tratando de impedírselo.)
¡No madre, por favor!
ABUELA: ¡Y ese maldito vestido!
(Se lo intenta quitar, lo desgarra, TRINI huye, se refugia tras ESPE.)
¡Apártate Esperanza, no protejas a tu hermana!
TRINI y ESPE: ¡No, madre, por favor, no...!
ABUELA: ¡Ven aquí! ¡Te voy a liberar de esa mortaja! Ésta va a ser la última puntada que se da en esta casa...
(Corretean. Forcejean. La ABUELA logra arrancarle el vestido dejándola medio desnuda.)
¡A ver si os creéis que aquí sólo vais a estar locas vosotras, yo también quiero jugar! Ya veréis qué divertido...
(Acumulando telas, haciendo un montón con el traperío, lista para prenderlo fuego.)
Siempre habéis hecho lo que habéis querido y por una vez se va a hacer lo que yo diga.
(…)
EL DIÁLOGO DE LA AGONÍA , 1997
|