Esa ciudad está muy fresca
en mis pupilas. Fue en New York donde tomé la decisión de volver a
España, tras tres años de exilio voluntario en Estados Unidos. Mi
relación con la metrópoli venía de lejos. New York fue un sueño
recurrente durante mi juventud. Quizá de tanto verla en películas,
de tanto leerla en libros y revistas. Paseaba por sus calles,
simplemente. Caminaba solo, feliz y tranquilo. La ciudad me resultaba
familiar, conocida, sin perder su halo de novedad o misterio a pesar
de visitarla durante muchas noches seguidas. Pero curiosamente hasta
que no hube recorrido medio mundo no amanecí por fin en la isla de
Manhattan. No había olvidado mi sueño, lo retrasé, digamos que
tomé un largo atajo. Y la sensación real de callejear entre sus
rascacielos resultó más intensa que la que aventuraba mi espejismo
adolescente.
Mariano y yo nos cruzamos en
el aire, él yendo de vacaciones y yo regresando del ostracismo, y
aquí nos encontramos en el papel, caminando la misma ciudad, si es
que esa posibilidad existe.
New York estaba muy reciente,
más allá del tatuaje en el iris, muy adentro. Entre la ciudad que
soñé y la ciudad que pisé, está la mirada de Mariano, más cerca
de la primera que de la segunda. Una y otra enfrentadas en ese
paréntesis de espejo, interregno del reflejo. En ese lugar
intermedio se une el trazo fino del rotulador con las trazas de mis
viejos recuerdos. El papel tiene esa cualidad de reverberación,
donde el lápiz o el bolígrafo o la aguja devana la geografía de un
destello.
(...)
MARIANO EN NUEVA YORK, 2019
* * *
That
city remains fresh in my eyes. It was in New York where I made the
decision to return to Spain, after three years of voluntary exile in
the United States. My relationship with the metropolis came from far
away. New York was a recurring dream during my youth. Maybe from
seeing it so many times in movies, from reading it in books and
magazines. I merely walked through its streets. I walked alone, happy
and calm. The city was familiar, known, without losing its aura of
novelty or mystery despite visiting it for many nights in a row. But
strangely, until I traveled over half the world I did not wake up in
Manhattan. I didn’t forget my dream, I delayed it, let's say I took
a long detour. And the sensation of wandering among its skyscrapers
was more intense than the one my teenage mirage glimpsed.
Mariano
and I crossed in the ether, he was going on vacation and I came back
from ostracism, and here we encounter on paper, walking in the same
city, if that possibility exists.
New
York was very recent, beyond the tattoo on the iris, deep inside.
Between the city I dreamed and the city I stepped on, there is
Mariano's gaze, closer to the first than the second. One and the
other be faced in that parenthesis of mirror, interregnum of the
reflection. In that intermediate place the fine line of the marker
pen is joined with the traces of my old memories. The paper has that
reverberation quality, where the pencil or the pen or the needle
unwinds the geography of a gleam.
(...)
MARIANO IN NEW YORK, 2019