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Antonio de la Fuente Arjona
(El
público entra y se sitúa alrededor de la acción.
Dos
linternas iluminarán escasamente el lugar, una de ellas quizá
colgada de una rama seca situada en un lateral.
El
suelo podría estar cubierto de arena y así delimitar el espacio
ante el público.
En
el centro dos mujeres, una de ellas con una pala.
Las
dos visten como si vinieran de fiesta, super-fashion, con taconazos
de escándalo, su bolsito de marca y muy maquilladas.
Hablan
masticando chicle y casi en susurros.)
MARI
1: ¿Mari, estás segura que es aquí?
MARI
2: Ay, niña, yo creo que sí.
MARI
1: Un yo creo no me vale, Mari, a ver si me entiendes, no me voy a
poner a cavar al tuntún hasta encontrar el fiambre.
MARI
2: (Mirando su móvil última
generación.) Mari, según
el GPS es aquí.
MARI
1: (Muy enérgica.)
¡Pues venga, deprisa, que no tenemos toda la noche!
MARI
2: (Haciéndola callar.)
¡Sshsss!
MARI
1: (De pronto asustada,
mirando a todas partes.)
¿Qué?
MARI
2: Mujer, que no hagas ruido, no hables tan alto.
MARI
1: ¡Ay, chica, vaya susto! Si por aquí no viene nadie. Elegimos el
sitio perfecto para deshacernos del cuerpo.
MARI
2: Pues qué quieres que te diga, yo siento como una presencia
extraña, un no sé qué... Desde que llegamos me siento como
observada, como vigilada, ¿tú no?
MARI
1: Paranoias tuyas. (Le pasa
la pala.) Toma, Mari,
empieza tú.
MARI
2: ¿Y eso por qué?
MARI
1: Bueno, yo he cargado con la pala hasta aquí, y además me acabo
de hacer las uñas y me ha costado una fortuna y como comprenderás...
MARI
2: Hija, pues no me parece bien.
MARI
1: ¡Ay, chica, no seas boba, tú empieza y luego yo te relevo!
MARI
2: Qué lista, (golpeando el
suelo con la pala)
precisamente la arena de arriba es la más dura.
MARI
1: Anda dame, que ya empiezo yo, porque si no...
MARI
2: Que no, Mari, que no, que ya voy yo. (Coge
la pala, parece que va a ponerse a trabajar y se para.)
Ahora que recuerdo, también fui yo quien le dio el primer golpe a
César, ¿no es así?
MARI
1: Bueno, también eras tú quien más años llevaba con él, ¿no?
MARI
2: Eso es cierto, ¡maldito cabrón!
(Levanta
la pala con fuerza para clavarla en el suelo.)
MARI
1: ¡Espera, espera!
MARI
2: ¿Qué pasa?
MARI
1: ¿Hacia dónde estaba la cabeza?
MARI
2: (No entiende.)
¿La cabeza?
MARI
1: Sí, escucha, ¿cómo lo enterramos?, ¿con la cabeza hacia allí
o hacia allá?
MARI
2: ¿Y qué más da eso, Mari?
MARI
1: Pues que tú eres mu bruta y no quiero que desgracies más al
difunto. Bastante masacre tuvimos ya cuando le finiquitamos.
MARI
2: La culpa la tuvo el bicho. Oye, que no se dejaba matar como es
debido.
MARI
1: Vale Mari, pero es que tú aparte te ciegas y no hay quien te
pare. Que le cogiste gusto al cuchillo jamonero y todo lo querías
arreglar a machetazos, y la cosa no es así, Mari, que todo tiene su
momento, ¿entiendes lo que te quiero decir?, que un poco más y nos
arruinas la gorda.
MARI
2: Murió con ella en la mano, se aferró a ella como si pensara que
eso le salvaría la vida.
MARI
1: Fue muy truculento la verdad, todo un poco incómodo.
MARI
2: (Recordando con cierto
gusto, haciendo el gesto de dar un machetazo.)
Yo es que quería cortar por lo sano, Mari, esa relación me había
hecho mucho daño.
MARI
1: Daño nos hizo a todas, Mari. Que vale que tú le diste el primer
golpe, pero rápido fui yo detrás con el todos-a-una-Fuenteovejuna.
Y que más vale maña que fuerza, Mari. Fíjate, al final bastó con
romperle algunos dedos para que abriera la mano y liberara el
pájarito.
MARI
2: Yo quería ser más expeditiva, mujer, cortar de raíz, manos y
todo lo que se pusiera por delante. Mari, yo es que le tenía muchas
ganas al cerdo ese.
MARI
1: Pero qué bruta eres, Mari, así corría peligro nuestro tesoro...
(...)
"TACÓN Y PALA", 2014
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