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Antonio de la Fuente Arjona
Este
texto teatral se escribió tras un emocionante proceso de documentación, taller e
improvisaciones, con la ayuda inestimable y generosa de dos actrices: Marta
P. Luis e Isabel H. Dimas.
(...)
5
- EL REENCUENTRO.
LUISA
VIEJA: ¡Ah, de la casa! ¿Se puede?
MARÍA
VIEJA: Sí, se puede, se puede...
LUISA
VIEJA: Buenos días
MARÍA
VIEJA: Buenos días tenga usté....
LUISA
VIEJA: ¿No me reconoce?
MARÍA
VIEJA: Pues no mucho, espere a ver que que me acerque un poquino.
LUISA
VIEJA: Usted se llama María, ¿verdad?
MARÍA
VIEJA: Esa soy, sí, María Francisca Tovar Aranda pa servirle.
LUISA
VIEJA: ¿ Y no se acuerda de mí?
MARÍA
VIEJA: Pues es que me parece así como familiar, pero ahora mismo no
caigo, hija, es que tengo una vista un poco extraviá con los años
LUISA
VIEJA: ¿No se acordará de la familia Lucena?
MARÍA
VIEJA: ¿Los Lucena Hurtado que vivían dos calles mas abajo?
LUISA
VIEJA: Esos mismos.
MARÍA
VIEJA: La casa está todavía en pie pero ahí no vive nadie ya. Una
pena, porque ya sabe usté que casa cerrada, casa arruinada.
LUISA
VIEJA: ¿Y no se acuerda de la hija pequeña?
MARÍA
VIEJA: ¿Cómo la pequeña? Pos claro que m' acuerdo, no me voy
acordar... (De
pronto reconociéndola.)
¡Ay, la madre! Pero, ¿no será? ¿La luisa? ¿Aquí? Ay, la madre,
la Luisa... Que está aquí la Luisa... Ay, la Luisa, hija... ¡Qué
alegría!...
(Se
abrazan, lloran.)
LUISA
VIEJA: ¡Cuánto tiempo!
MARÍA
VIEJA: ¡Ay, qué alegría!... ¡Pero qué guapona estás!
LUISA
VIEJA: ¡Guapa dice!
MARÍA
VIEJA: ¡Ay, madre, madre...! Pero déjame verte... (Se
separan.)
Mírala, mírala cómo viene...
(Se
vuelven a abrazar.)
Me cachis, mi Luisa, tanto tiempo sin saber de ti...
(Lloran
de nuevo.)
LUISA
VIEJA: ¡Cuántas ganas de abrazarte, María!
MARÍA
VIEJA: ¡Pos anda que yo!
LUISA
VIEJA: ¡Ay, señor! Me va a dar algo, tengo el corazón que se me
sale del pecho.
(Sonríen
mirándose, se ríen como niñas, no saben si llorar o reír.)
LUISA
VIEJA: (Mira
al público y en un aparte describe a MARÍA VIEJA con sumo cariño.
Mientras MARÍA se mantiene quieta, como congelada un instante.)
Me
encontré una María muy mayor, igual de frágil que cuando era niña,
pero parece más segura, más hecha, más fuerte, a pesar de los
años, o precisamente por eso.
La
piel muy
curtida, morena, morena de todo el sol que ha recibido, con miles de
arrugas, pero muy guapa.
Los
ojos más pequeños, y no sé, tristes quizá, pero la misma luz.
Las
manos trabajadas, del frío y de la faena, supongo, y llenas de
manchitas, de lunares.
Algo
encorvailla, con su chaqueta de lana gruesa, su falda, su mandil, sus
dos pares de calcetines para el frío y las medias debajo, y sus
alpargatas de toda la vida.
El
pelo blanco y brillante recogido en un moño.
La
niña que fue sigue en la sonrisa, en los ojos, en la actitud que
mantiene.
Huele
a leña, a fuego, a tierra.
MARÍA
VIEJA: (Rompiendo
el aparte de LUISA VIEJA, volviendo la acción a ellas dos.)
Pero siéntate, por favor, siéntate... (Pero
justo cuando se sienta vuelve a hacer que se levante.)
¡Pero déjame verte, por dios! Como pa reconocerte, con esas ropas
lindas... Eso sí, tienes los mismos ojos, Luisa, los mismitos ojos
que antaño... (Adecentando
su vestido.)
Si hubiera sabido que venías me hubiera arreglao un poquino.
LUISA
VIEJA: ¡Ay, que tonta eres!
MARÍA
VIEJA: Si es que m' has pillao medio traspuesta y tengo el moño...
(MARÍA
VIEJA se arregla el pelo. Las dos sacan un pañuelo: LUISA VIEJA se
limpia las lágrimas con cuidado de no correr el rimmel, MARÍA VIEJA
sin embargo se restriega los ojos y las narices sin ningún reparo.)
LUISA
VIEJA: ¿Cómo estás?
MARÍA
VIEJA: Pos más vieja, mira tú que pregunta. (Y
se echan a reír de nuevo.) Con
más dolores y más de to, mu achuchá, ya sabes aquello que dicen,
de joven to son flores y de vieja to dolores, pero bien, no me puedo
quejar. ¿Y tú?
LUISA
VIEJA: Pues igual de vieja que tú, María.
MARÍA
VIEJA: Qué va, qué va, Luisa, que la cana engaña, el diente
miente, pero la arruga no deja duda. Y a ti se te ve mu bien, que no
ties ni una arruga.
LUISA
VIEJA: ¡Ni una arruga dice!
MARÍA
VIEJA: ¡Ni una!
LUISA
VIEJA: ¡Más quisiera yo, tú que me miras con buenos ojos! Los años
pasan para todos, María.
MARÍA
VIEJA: Que va, si tienes la piel lisita lisita, ni una arruga.
LUISA
VIEJA: Bueno, ya sabes cómo es eso de la ciudad, que se pueden
comprar potingues, maquillajes y esas cosas para engañar la edad.
MARÍA
VIEJA: Ni una crema me doy yo, y to el día a la intemperie pues tú
me dirás.
LUISA
VIEJA: Es que aquí quema mucho el sol y el viento.
MARÍA
VIEJA: Bien frío que es ya lo sabes, tú t' acordarás cómo se nos
ponían las manos de sabañones en invierno.
LUISA
VIEJA: ¡Las manos y las orejas!!
(Pausa.
MARÍA VIEJA de nuevo suspira y se limpia con el pañuelo.)
MARÍA
VIEJA: ¡Ay! Vaya moquera... ¿Y cómo tú por aquí?
LUISA
VIEJA: Mujer, pues ya pesaban los recuerdos, tenía que venir, la
vida va pasando y hay cosas que no se pueden aplazar tanto. O es
ahora o no será nunca, me dije, y aquí estoy. ¡Ay, dios!, el
tiempo que ha pasado, ¿verdad María?
MARÍA
VIEJA: Mucho... Mucho, Luisa, mucho... ¡Ay, yo decía, me decía
muchas veces, me repetía, y esta mujer es que no vendrá un día p'
aca, a visitar a su familia al menos, me decía yo. Cagüen la mar
serena, mira qu' has tardao.
LUISA
VIEJA: Te tenía en mente todo el tiempo
MARÍA
VIEJA: Ya te dije yo que si marchabas no ibas a saber volver.
LUISA
VIEJA: ¿Y por aquí qué tal, María?
MARÍA
VIEJA: Aquí poca cosa, ya sabes, aquí siempre es lo mismo, hija.
Qu' aquí
una está atada a la costumbre tal que asno al ronzal.
LUISA
VIEJA: ¿No te acuerdas que yo te lo repetía cuando niñas? ¡Si
aquí siempre es lo mismo!
MARÍA
VIEJA: Muchas veces me acordaba de ti y me preguntaba, dónde andará,
dónde estará ahora esta mochacha, entonces sacaba el mapamundi
aquel que me dejaste.
LUISA
VIEJA: ¿No me digas? ¿No me digas que todavía lo conservas?
MARÍA
VIEJA: ¡Pos claro, mujer, cómo no iba a conservarlo! Si tú me lo
dejaste en prenda, por aquí debe andar (se
levanta),
espera un momento qu' ahora lo saco.
LUISA
VIEJA: No mujer, deja eso.
MARÍA
VIEJA: Así te lo devuelvo, está casi igual que cuando tú me lo
dejaste.
LUISA
VIEJA: ¿Qué devolver? Yo te lo regalé y quiero que lo tengas.
MARÍA
VIEJA: ¡Si me lo sé de memorieta de tanto mirarlo! Al principio no,
que durante un tiempo no quise saber nada de libros y menos aún del
mapamundi ese. Si hasta odiaba el recuerdo de aquella maestra y de
todos los que vinieron con ella en aquella misión, con eso te digo
todo, los culpaba a ellos de tus actos, de tu escapada. Ellos te
metieron esas ideas en la cabeza, pensaba.
LUISA
VIEJA: Yo siempre fui así, María, tú lo sabes.
MARÍA
VIEJA: Ya sé, ya lo sé, Luisa. Me costó aceptarlo, pero esa era la
purita verdá. Tú eras así, que siempre fuiste así, vamos, mu echá
p' alante.
(Sacando
un mapamundi invisible, abriéndolo.)
Aquí
está, ya sabía yo que estaba cerca. Míralo. Tal cual, ¿verdá?
LUISA
VIEJA: Tal cual lo recuerdo, María. Los colores y todo. Qué bien
conservado. Esto es una pieza de museo, María.
MARÍA
VIEJA: A estas alturas los tres presentes somos piezas de museo,
Luisa. (Se
ríen.)
A cada rato lo sacaba y te buscaba, Luisa, como una tonta, ya ves
tú, como si aquí te pudiera encontrar. Iba repasando cada país,
leyendo los nombres raros en voz alta. Francia. Portugal. China.
Austra... (Recordando
el chiste infantil.) Por
cierto, ¿qué tal la señora Australía?
LUISA
VIEJA: Muy bien. ¿Y doña Oceánia?
(Las
dos se ríen como si de nuevo fueran niñas jugando.)
MARÍA
VIEJA: ¡Anda que no l' he contao veces el chiste a mis muchachos!
(Volviendo
al mapa.)
¿Y
llegaste tan lejos, Luisa?
LUISA
VIEJA: Sí, María, llegué llegué. Tuvieron que pasar unos cuantos
años, pero al final conseguí recorrer el mundo.
MARÍA
VIEJA: ¿Y qué tal?
LUISA
VIEJA: ¡Pues una maravilla, María! Algo digno de conocer y de
comprender. Muchísimo
más grande de lo que pudiéramos soñar de niñas.
MARÍA
VIEJA: Tan ocupada que habrás andao por ahí... ¿Tú me pensabas,
Luisa?
LUISA
VIEJA: Por favor, María, te he pensado y te he soñado, muchísimas
veces. Yo también me sentía sola y había noches que me despertaba
como si todavía estuviéramos allá arriba, en el Cerro del Roble,
tu vaca Paulina rondando cerca con su tolón-tolón. Era como
despertar de nuestra siesta campestre, ¿te acuerdas?
MARÍA
VIEJA: ¿Y por qué te fuiste, así, d' aquella manera, sin decir
nada a nadie, sin despedirte?
LUISA
VIEJA: ¿No recuerdas lo que pasó?
MARÍA
VIEJA: Sí, que cogiste la maleta y te fuiste, eso pasó, te fuiste
acullá, por poniente, tan lejos, y no regresaste.
LUISA
VIEJA: Te dije que si mi madre se enteraba... Me lo prometiste,
María, hicimos un juramento, ¿no te acuerdas?
MARÍA
VIEJA: (Tarda
en responder.) Vaya
que si m' acuerdo, Luisa, no lo he podido olvidar en todos estos
años, y mira que pasaron cosas desde entonces, cosas terribles, tú
lo sabes, pero... Yo lo hice con la mejor intención, mujer, si es
que... Eras una cría y te ibas a ir tú sola. ¿A dónde ibas a ir
tú sola, Luisa? Y yo, en mi inocencia pues se lo dije a tu madre. Si
es que no sabía qué hacer pa que no te fueras, tenía mucho miedo
de perderte, Luisa.
LUISA
VIEJA: ¿Tú sabes el disgusto que aquello me costó? Palabra y
piedra suelta no tienen vuelta, María. Que no he vuelto al pueblo
por eso María. Que yo no me hablaba con mi madre ni me hablaba con
mi padre.
MARÍA
VIEJA: ¿Y el disgustó que se llevó tu madre? Si no t' entendía yo
cómo te iba a entender tu madre, la buena mujer.
LUISA
VIEJA: Mi madre apenas quería que fuese a la escuela y siempre que
tenía ocasión, y aun a veces sin tenerla, solía decirme que para
no salir en la vida de pobre no valía la pena aprender nada. ¡Si
hasta hube de esconder el mapamundi ese que me regaló la misionera,
porque si llega a verlo mi madre rápido hubiera servido de yesca
para el fuego de la cocina!
MARÍA
VIEJA: Ya, ya recuerdo que tu madre era un poco bruta pa esas cosas.
LUISA
VIEJA: Pues al día siguiente de hablar contigo en la cuesta del
roble sobre mis ganas de viajar y conocer mundo, llegué a casa en la
tarde y madre me estaba esperando...
(MARÍA
se transforma en la MADRE y LUISA transita hacia su infancia.)
MADRE:
(Cosiendo
algo invisible, remienda ropa o calcetines.)
¿Ansina que quiés ir a recorrer mundo?
LUISA
NIÑA: ¿Cómo madre?
(La
MADRE da un bofetón a LUISA.)
MADRE:
¡A resultas este pueblo n' es bastante pa ti y vaste echar a rodar
por el mundo! ¡Qué cosas, vaya ideas!
LUISA
NIÑA: ¿Quién le dijo tal cosa, madre?
MADRE:
Ay, bobica, ¿ónd' irás que mejor estés? S' este es el pueblo mas
bonito del mundo.
LUISA
NIÑA: ¿Es que conoce otra cosa, madre?
MADRE:
¡Pos no!, ni falta que m' hace, ni a ti tampoco, que la curiosidad
mató el gato.
LUISA
NIÑA: Pero madre yo quiero estudiar.
MADRE:
Mira la señoritinga, ¿qué s' ha creído? ¡Estudiar dice! ¿Quién
has visto tú qu' estudie aquí en el pueblo? ¿Y d' ónde crees
vamos a sacar real pa que tú pierdas el tiempo?
LUISA
NIÑA: Pero yo creo madre...
MADRE:
¿Qué creer ni ocho cuartos? Tú aquí quietita con tu familia, qu'
es onde tiés qu' estar y onde haces falta.
LUISA
NIÑA: ¡Pero escuche, madre!
MADRE:
No tengo na qu' ecuchar d' una cría.
LUISA
NIÑA: Pero madre, si yo m' hago maestra podría ayudar aquí en
casa, mucho más...
MADRE:
¿Quién ta metío dentro la cabeza esas boberías? Pero ya sé yo
quién ha sido. Esos vagos que t' han llenado la cabeza de pájaros.
¿Dime tú pa qué sirve tanta letra? ¿Pa la siembra? ¿Pa recoger
la cosecha? ¿Pa ordeñar vacas? ¿Pa ir por agua? ¿Pa coser o
remendar? ¿Pa limpiar y fregar?
LUISA
NIÑA: Pero madre...
MADRE:
Tú, ni pa carro ni p'arao, hija. ¿Estudiar pa qué? Dime tú. Pa
trabajar el campo no hacen falta letras. ¡Eso no sirve pa na! ¿Tu
padre ha estudiao acaso? Y ya lo ves, tan pancho, ni falta que l'
hace un libro.
LUISA
NIÑA: Es que yo no soy feliz aquí madre.
MADRE:
Anda esta, felí dice, ¿tú crees que yo soy felí? ¿Qu' es eso?
Felí. ¡Vaya ideas! Mira qu' estás aireá, que no ties más que
viento en la cabeza. ¿Qué pasa, que no comes, no vistes decente?
¿Qué más quieres?
LUISA
NIÑA: Algo más madre.
MADRE:
¿Pero qu' algo más? ¿Qué tontuna es esa? Esto es lo qu' hay,
hija, lo qu' hay. Qu' este n' es tiempo de querer si no de poder. A
ver si te se mete en la cabezota esa que ties, que no podemos pagarte
na, que no hay perras, y que tú haces falt' aquí en casa,
ayudándome a mí y a padre y los hermanos. Que las mujeres están pa
lo qu' están, hija, asín qu' olvídate d' estudiar o viajar o
locuras d' esas... Aquí venimos a trabajar. ¡Si siempre ha sio
asín! Mejor vet' olvidando d' eso.
LUISA
NIÑA: No me voy a olvidar, madre, lo siento pero no me puedo olvidar
d' eso.
MADRE:
Ya, ya, ya m' estás calentando los cascos. (Amenazándole
con la mano.)
¿Qué pasa, que quies más?
LUISA
NIÑA: La maestra Carmen era mujer también.
MADRE:
Pero ella n' es del pueblo.
LUISA
NIÑA: Mire cómo vist' ella y cómo vestimos nosotros.
MADRE:
¡Uy! (Tocando
sus ropas.) ¿Qué
pasa, qu' esto n' es decente ahora? Será más o menos viejo y
remendao pero bien tapaita vas, qu' es de lo que se trata.
LUISA
NIÑA: Pero es viejo madre.
MADRE:
¿Y? A buen hambre n' hay pan duro.
LUISA
NIÑA: Que pué haber otra cosa, madre, pué haberla... La maestra me
dijo que si tengo interés ella pue ver d' ayudarme p' a seguir
estudiando.
MADRE:
No te s' ocurra mentarlo, ¿eh? ¿Qué tie que ver esa maestrucha
metomentodo con nosotros? Ya hablaría yo con ella pa qu' atienda sus
cosas y n' ande enreando.
LUISA
NIÑA: ¿Pero qué tenemos, madre?
MADRE:
Y dale con la burra al trigo. No te s' ocurra despreciar lo poquito
que t' hemos dao, que bastante nos ha costao. Y ya t' estás
olvidando d' esas mandangas.
LUISA
NIÑA: No me se va olvidar, madre.
MADRE:
Ya veremos si te s' olvida o no te s' olvida. Por lo pronto sansacabó
l' escuela pa ti. Tus estudios terminan aquí, hoy mesmo, que pa
cuidar cuatro vacas y remendar calcetines no se necesita mucho leer y
escribí. Ya te tendré yo ocupá to el santo día, qu' aquí siempre
hay labor qu' hacer. Quien quita l' ocasión quita el peligro, como
bien decía mi madre. Así aprenderás. Que lo que pasa más allá no
se sabe y tampoco importa, ¿cuántas veces te lo tengo de repetir? A
buen entendedor pocas palabras bastan, pero con esta niña mil y una
que se lleva la corriente...
(La
MADRE continúa con su regañina y su voz se va perdiendo en el
tiempo.
LUISA
NIÑA se suena la nariz, se limpia las lágrimas mientras pasa de
nuevo a LUISA VIEJA.)
LUISA
VIEJA: Después de aquella discusión me encerró.
MARÍA
VIEJA: Ay, la leche.
LUISA
VIEJA: No me dejaron salir de casa ni para ir a la escuela.
MARÍA
VIEJA: Ya m' extrañaba a mí, que yo preguntaba por ti y me decían
qu' estabas ayudando a tu padre en la era. ¿Por qué nadie me dijo
nada sabiendo lo amigas qu' éramos tú y yo? Pues ya lo siento (a
punto de llorar),
ya lo siento ya.
LUISA
VIEJA: No pasa nada mujer, ya pasó.
MARÍA
VIEJA: Pero una vida qu' hemos perdido de estar juntas, Luisa. ¿Cómo
iba a saber que t' irías del pueblo, que no regresarías?
LUISA
VIEJA: Yo me acordaba mucho de ti, siempre estabas en mi corazón.
MARÍA
VIEJA: ¿Pero y lo que yo m' he comido la cabeza? Pero si es que se
murió tu madre y yo me dije: ¿y Luisa por qué no aparece? Y se
murió tu padre y lo mismo. Y dije, y me repetía, pero si es qu'
esta mujer no no... No lo entendía, no lo entendía.
LUISA
VIEJA: Compréndelo, María, no podía volver. Mis padres pensaron
que encerrándome se acababa todo. No sabían, siendo bien de campo
que eran ellos, que una semilla si la entierras no hará más que
acabar germinando. Y la semilla ya estaba echada. Ya me ocupé yo
después de regarla con mis lágrimas. Encerrada en casa pensaba
mucho en ti, María, quería entender porqué lo hiciste, porqué me
traicionaste. Mi amiga del alma. Si no podía confiar en tí, nada me
quedaba entonces en este pueblo.
MARÍA
VIEJA: Tenía miedo, Luisa. ¿Si te ibas qué iba a hacer yo? No
quería perderte y sin embargo fue lo que conseguí. Este día tenía
que llegar, Luisa, sabía que tenía que llegar, tarde o temprano,
tenía que llegar, cuántas veces se lo pedí a la Virgen. Tenía que
llegar, aunque solo fuera pa pedirte perdón.
(...)
"LA SEMILLA", 2013
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