© Antonio de la Fuente Arjona
(La caza,
consecuencias
y remordimientos,
en sus cinco fases principales.)
LA ESPERA. (El principio del fin o prólogo necesario para iniciados.)
¡RAS!, dijo la entrada algo molesta al ser dividida en dos por las manos del portero: unas finas manos de largos dedos que me devolvían un arrugado pedazo de papel decapitado, ya silencioso. Un corte imperfecto. ENTR, leí. ENTR. Entré, ya estaba dentro, acababa de entrar, y ya pensaba que cuando saliera, o mejor: al día siguiente, o después de varios días, cuando me diera cuenta de que estaba fuera, me iba a arrepentir de haber entrado.
Siempre llego tarde a estas fiestas diabólicas, cuando las brujas y los duendes han iniciado el baile y los profanadores de labios buscan sus primeras víctimas.
(…)
Cómo me acerco hasta el escenario, con qué majestuosidad y delicadeza, dejándome llevar por la música y por el ardiente contenido de mi copa: sólo hay sombras, una luz roja y azul alumbra el infierno, todos se dejan torturar por la música, cómo brincan y bailan obedeciendo con gusto las órdenes del Sumo Sacerdote allí arriba, su pelo de llama cambiando de color y forma continuamente. Bebo: ¡GLUBS!
(...Todo un pueblo, una montaña de casas blancas que se derrumban acompañadas de un estruendo exagerado, se agrietan y caen, tiemblan enteras un momento para después irse hundiendo el techo, caer una pared seguida de las demás y sumirse en una nueva montaña de polvo que, junto a un eco abandonado, se irá llevando el viento de una mañana clara de primavera...)
¡GLUBS! Ahora sentarse, relajarse y seguir bebiendo, acariciando con un dedo el borde de la copa, mojándolo en su interior y secándolo después con los labios, siguiendo el ritmo de la música con un pie... y esperar, quieto, atento: preñado de imágenes apocalípticas. Esperar. El mundo se mostrará sin disfraces. Su pelo de llama...
(…)
LA CAZA , 1984
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